Doña Elena Salgado Méndez
Ministra de Sanidad y Consumo
Paseo del Prado, 18
Madrid
Santander, Diciembre 13, 2006
Asunto:
Demanda de una Ley que establezca
medidas rigurosas para preservar la salubridad y la higiene en los espacios
públicos.
Señora Ministra:
Ya
desde el año 1982 y tanto a través
de escritos a ese Ministerio como de
artículos en la prensa, insté al Gobierno a adoptar severas medidas
restrictivas para evitar que el conjunto de los ciudadanos debiera padecer los
nefastos efectos del tabaco en los espacios públicos. Han tenido que
transcurrir nada menos que veinticuatro
años para que todos mis argumentos al urgir esa medida del más elemental
sentido común, hayan sido por lo menos parcialmente atendidos. A pesar de lo
cual, no tengo noticia de que ese Ministerio se haya planteado en ningún
momento, penalizar a las madres que
fuman durante el período de gestación o imponer multas a los padres que fuman en sus domicilios, en
presencia de sus hijos menores de edad. Con todas las consecuencias, a
cual más negativa, que de ello se derivan. ¿Para cuándo una ley que ponga fin a
estos hábitos, mucho más arraigados y extendidos de lo que parece? ¿O es que el
respeto a los derechos individuales de los adultos, debe prevalecer sobre el supremo derecho de los menores de edad a
no verse abocados a una dañina adicción al tabaco, ya desde que se encuentran
en el útero de sus madres?
Ojalá
que su Ministerio decida adoptar
medidas valientes para acabar con esas dos lacras, fruto del egoísmo y de la
inconsciencia de un porcentaje nada desdeñable de la población.
En
otro orden de cosas y aunque no he participado esta queja al Ministerio de Sanidad hasta esta fecha,
hace ya bastantes años que, tanto a nivel periodístico como de escritos
dirigidos a algún Municipio en concreto, vengo arremetiendo contra la situación de auténtica degradación a
la que están llegando todas nuestras ciudades, por mor del aumento constante de
la población canina y de la falta de civismo y, una vez más, del egoísmo de un porcentaje mayoritario
de las personas que tienen perros en sus domicilios.
Ningún
político se atreve a afrontar este gravísimo problema –que afecta a un
porcentaje estimable de la población femenina y de
Existe
un contraste brutal entre el altísimo nivel de
La
escasez de agua hace cada vez más infrecuentes los riegos de las calles,
limitados por lo común a las calles principales, lo que determina el que la
mayor parte de los cascos urbanos reciban a diario millares de deyecciones y de
orines, que se van acumulando en espera de que, muy de tarde en tarde, la
lluvia ponga remedio parcial a esta repugnante
y desquiciada situación.
Los
Ayuntamientos no van a resolver el problema, porque ningún Alcalde está
dispuesto a asumir la impopularidad cierta que le granjearía la adopción de
medidas drásticas para acabar con este –si usted me lo permite- estúpido
problema. Y lo denomino de esta guisa, comparándolo con otros, de verdadera
gravedad, que afectan a la sociedad española. Como, por ejemplo, el del
alcoholismo y la drogadicción juveniles, llamado
a producir varias generaciones de españoles que van a tener que arrostrar, en su
salud, las consecuencias de que sus padres, los jóvenes de hoy, se inflaran a
drogas y a alcohol en su juventud. No sé de nadie que haya planteado
este problema y mucho menos que lo haya presentado a la sociedad española como el más grave de todos los que hoy
padecemos.
Todas
las medidas que los Ayuntamientos ensayan para tratar de resolver la plaga de las deyecciones caninas, han
fracasado estrepitosamente. En primer lugar, porque la mayor parte de los
ciudadanos incumplen las normas que se dictan y, en segundo lugar, porque sobre
no resolver el problema de los excrementos, todas las medidas que se vienen
experimentando ignoran el asunto, crucial, de los orines.
Los
Parques y Jardines Públicos se han convertido en Espacios de Esparcimiento para
Canes en los que estamos llegando al extremo, verdaderamente demencial,
de tener que acotar espacios
reducidos para los niños, con el fin de protegerles de los perros y de sus
indeseables secuelas.
Ante
la situación verdaderamente irracional
a lo que hemos llegado, con una sociedad cada vez más desarrollada que, sin
embargo, está volviendo a las
cavernas en asuntos como el que nos ocupa (y entre otros muchos más,
como el de la droga, el alcohol y las toneladas de basura que los jóvenes
generan en sus noches de marcha...),
parece que ha llegado el momento de que el Estado
tome cartas en el asunto y de que, en vez de esperar a que los Municipios
resuelvan el problema, imponga unas
medidas inteligentes y eficaces que acaben de una vez con una situación
que va a peor y que, de no atajarse, va a acabar convirtiendo nuestras calles y
parques en auténticas cloacas al aire
libre. Que en ese camino estamos.
Convertidas
nuestras calles en cloacas caninas por mor del egoísmo y de la estupidez humanos,
las flamantes aceras que nos empiezan a brindar nuestros Ayuntamientos han
llegado a tal extremo de suciedad,
que algunos ciudadanos, en determinados barrios, nos vemos obligados a
transitar por las calzadas para evitar impregnar las suelas de nuestro calzado
con esas repugnantes reliquias con
las que los amantes de los canes han convertido a ciudades como Barcelona, en una de las más sucias y malolientes del mundo. Y Santander,
ciudad desde la que escribo estás líneas, no le va mucho a
Toda
la infinita porquería que todos
pisamos cuando salimos a la calle, impresa en las suelas de nuestro zapatos,
acaba depositándose a la postre en nuestros hogares. Y ocioso es decir las
nefastas consecuencias que de ello pueden derivarse, especialmente en las casas
en las que existen niños que, como es norma entre
ellos, pasan buena parte de su tiempo correteando por los suelos...
Ha
llegado la hora de que el Gobierno de la
Nación, a través del Ministerio de
Sanidad, establezca unas normas rigurosas que zanjen para siempre el grave
problema de la degradación higiénica de nuestras ciudades, partiendo del
principio de que la única medida que
puede acabar con ese problema, pasa por
Sea
usted valiente, Señora Ministra y afronte
de una vez uno de los mayores
problemas sanitarios que tiene planteados nuestros país. Afróntelo,
aunque ello le granjee toda la impopularidad del mundo. En primer lugar porque
tal es su responsabilidad como Ministra
de Sanidad y, en segundo lugar, porque los derechos de los ciudadanos están
y deberán seguir estando siempre por encima de los derechos de los propietarios
de animales domésticos. El Estado no se
puede desentender del nivel de degradación higiénica de los espacios públicos
al que hemos llegado. Quien desee volver a la barbarie, que lo haga, pero
que no nos obligue a los demás a acompañarle en ese indeseable y beocio viaje.
En
espera de sus noticias y, sobre todo, de
una Ley redactada por su Ministerio sobre el particular, reciba la expresión
de mi respeto y afecto,
Jorge María Ribero-Meneses